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Cuatro opciones para recibir un mensaje negativo

 

Lo que hacen los otros puede ser el estímulo de nuestros sentimientos, pero no la causa.

 

El tercer componente de la Comunicación no violenta implica el reconocimiento del origen de nuestros sentimientos. La CNV potencia nuestra conciencia de que aquello que hacen o dicen los demás puede ser el estímulo, pero nunca la causa, de nuestros sentimientos.  Nuestros  sentimientos  son  el  resultado  de  cómo  elegimos  tomarnos  lo que  dicen  y  hacen  los  demás,  y  también  de  nuestras  necesidades  y  expectativas particulares en ese momento. El tercer componente nos invita a aceptar la responsabilidad  de  lo  que  hacemos  para  generar nuestros propios sentimientos.

 

Cuando  alguien  nos  transmite  un  mensaje  negativo,  sea  verbal  o  no  verbal,  tenemos  cuatro  opciones  con  respecto  a  la  manera de recibirlo. Una es tomárnoslo de manera personal, captando en él acusaciones y críticas. Por ejemplo, alguien está irritado con nosotros y nos dice: «¡Eres la persona más egocéntrica que he conocido en mi vida!». Si nos tomamos la frase de forma personal, podemos reaccionar respondiendo: «Sí, debería ser más sensible con los demás». Es decir, aceptamos el punto de vista de la otra persona y nos echamos la culpa. Es una opción que vulnera nuestra autoestima y nos cuesta un precio muy alto, ya que nos lleva a sentirnos culpables, avergonzados y deprimidos.

 

Una segunda opción es echar la culpa a nuestro interlocutor. En respuesta a la afirmación « ¡Eres la persona más egocéntrica que he conocido en mi vida!», podríamos protestar diciendo: «No tienes derecho a decirme esto. Siempre tengo en cuenta tus necesidades. ¡Tú eres el egocéntrico!». Cuando nos tomamos las afirmaciones de esta manera y echamos la culpa a la otra persona, lo más probable es que sintamos rabia.

 

La tercera opción que tenemos cuando recibimos un mensaje negativo consiste en hacer que brille la luz de nuestra conciencia para ver con claridad nuestros sentimientos y necesidades. Así podríamos, por ejemplo, responder: «Cuando me dices que soy la persona más egocéntrica que conociste en tu vida, me siento herido, porque yo querría que reconocieras los esfuerzos que hago para tener en cuenta tus preferencias».  Al  centrar  la  atención  en  nuestros sentimientos y necesidades, tomamos conciencia  de  que  sentirnos  heridos  en  esta  circunstancia  deriva  de  nuestra  necesidad  de  que  se reconozcan los esfuerzos que hacemos.

 

Cuando recibimos un mensaje negativo tenemos,  finalmente,  una  cuarta  opción,  que consiste en iluminar con la luz de la conciencia los  sentimientos  y  necesidades  de  la  otra persona en ese momento según ella misma los expresa.  Podríamos  preguntarle,  por  ejemplo: « ¿Te sientes  herida  porque  necesitas que se tomen en cuenta tus preferencias?».

 

En lugar de culpar a la otra persona por lo que sentimos, aceptamos la responsabilidad que nos corresponde reconociendo nuestras necesidades, deseos, expectativas, valores o ideas. Observe la diferencia entre las siguientes expresiones de contrariedad:

 

Ejemplo 1:

 

A: «Cuando la otra noche me enteré de que no ibas a venir, me diste un gran disgusto.»

 

B: «Tuve un gran disgusto al enterarme la otra noche de que no ibas a venir porque quería hablar contigo de ciertas cosas que me están molestando.»

 

La persona A atribuye la responsabilidad de su disgusto únicamente a la acción  de  otra persona,  mientras  que  la  persona  B  atribuye  el  origen  de  su  sentimiento de disgusto a su propio deseo no satisfecho.

 

Ejemplo 2:

 

A: «¡Me puso furioso que hayan anulado el contrato!»

 

B: «Tuve un gran disgusto al ver que habían anulado el contrato, porque lo considero una falta de responsabilidad.»

 

La persona A atribuye la causa de su irritación únicamente al comportamiento de la otra parte, mientras que la persona B acepta la responsabilidad de sus sentimientos al reconocer el pensamiento en el que se basa. Reconoce que la causa de su irritación es su forma de pensar. Sin embargo, usando la CNV, propondríamos a esa persona avanzar un paso más identificando qué desea. ¿Qué necesidades, deseos, expectativas, esperanzas o valores no se han visto satisfechos? Como tendremos  ocasión  de  comprobar  más  adelante,  cuanto  más  estrechamente  conectemos  nuestros  sentimientos  con  nuestras  necesidades,  tanto  más  fácil  será para  los  demás  responder  de  una  manera  compasiva.  Para  relacionar  sus  sentimientos con sus deseos, la persona B habría podido decir:

 

«Me molestó muchísimo que anularan el contrato, porque yo esperaba la oportunidad de recontratar a los empleados que despedimos el año pasado.»

 

El mecanismo básico para motivar a alguien a través de la culpa consiste básicamente  en  atribuirle  la  responsabilidad  de los propios sentimientos. Cuando los padres le dicen a su hijo: «Papá y mamá están muy tristes  por  las  malas  notas  que  sacaste  en  la  escuela», lo que le dicen, en realidad, de manera encubierta, es que su proceder es la causa de la infelicidad que ellos sienten. A un nivel superficial, el hecho de sentirnos responsables del estado de ánimo de otra persona podría confundirse fácilmente con un interés positivo por nuestra parte; en este caso particular, si el niño se siente mal porque ve que sus padres sufren, eso significa que los quiere. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que los niños que aceptan tal responsabilidad y modifican su comportamiento de acuerdo con los deseos de sus padres no actúan de manera espontánea sino para evitar sentirse culpables.

 

Es útil reconocer algunas expresiones de uso común que tienden a enmascarar la responsabilidad por nuestros propios sentimientos:

 

1) Expresiones de carácter impersonal: «Me indigna descubrir faltas de ortografía en los folletos destinados al público». «Este tipo de cosas me saca de quicio.»

 

2) Afirmaciones en las que sólo se hace referencia a lo que hacen los demás:

 

«Me duele que no me felicites el día de mi cumpleaños». «Si no te terminas la comida, mamá se pondrá muy triste.»

 

3) Uso de la expresión «Me siento... (más una palabra que exprese una emoción)  porque...”  (haciendo  luego  referencia  a  otra  persona  o  usando  un pronombre personal que no sea "yo"): «Me siento triste porque dijiste que no me quieres». «Estoy enojado porque la supervisora no cumplió lo prometido.»

 

En cada uno de estos ejemplos podemos ahondar más en la conciencia de nuestra responsabilidad utilizando la expresión: «Me siento... porque yo...». Por ejemplo:) «Me indigna descubrir faltas de ortografía en los folletos destinados al público  porque me  gustaría  que  nuestra  empresa  proyectase  una  imagen profesional.»

 

2) «Si no te terminas la comida, mamá se siente  decepcionada,  porque quiero  que  crezcas fuerte y sano.»

 

3) «Estoy enojado al ver que la supervisora no cumplió su promesa, porque yo había contado con ese fin de semana largo para ir a visitar a mi hermano.»

 

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