El tercer componente de la Comunicación no violenta es el reconocimiento de las necesidades que hay detrás de nuestros sentimientos. Lo que digan y hagan los demás puede ser el estímulo, pero nunca la causa, de nuestros sentimientos. Cuando alguien se comunica negativamente con nosotros, al recibir el mensaje tenemos cuatro opciones: 1) echarnos la culpa; 2) culpar a la otra persona; 3) darnos cuenta de nuestros sentimientos y necesidades y 4) darnos cuenta de los sentimientos y necesidades que oculta el mensaje negativo de la otra persona.
Los juicios, críticas, diagnósticos e interpretaciones que hacemos de los demás son expresiones de nuestras propias necesidades y valores. Cuando los demás perciben una crítica, tienden a centrar su energía en la autodefensa o el contraataque. Cuanto más directa sea la conexión entre nuestros sentimientos y nuestras necesidades, más fácil será para los demás comprendernos y responder de un modo compasivo.
En un mundo donde es frecuente que los demás nos juzguen con severidad cuando identificamos y manifestamos nuestras necesidades, a veces puede dar miedo exteriorizarlas, especialmente en el caso de las mujeres, educadas para ignorar sus necesidades y cuidar a los demás.
Cuando se trata de desarrollar nuestra responsabilidad emocional, la mayoría de nosotros pasa por tres etapas: 1) «esclavitud emocional», en la que nos creemos responsables de los sentimientos de los demás; 2) «etapa antipática», durante la cual nos negamos a admitir que nos interesa lo que puedan sentir o necesitar los demás, y 3) «liberación emocional», en la que aceptamos la plena responsabilidad de nuestros sentimientos, pero no la responsabilidad de lo que puedan sentir los demás, siendo conscientes al mismo tiempo de que nunca conseguiremos satisfacer nuestras necesidades a expensas de las de los demás.
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