Como sabemos muy bien, el mensaje que emitimos no siempre es el que se recibe. Solemos basarnos en ciertas claves verbales que nos indican si lo que pretendemos transmitir se entendió de manera satisfactoria. Pese a todo, no tenemos la seguridad absoluta de que sea así. Para ello lo mejor será pedirle claramente una respuesta a la otra persona para saber cómo entendió nuestras palabras y poder corregir cualquier interpretación incorrecta. En algunos casos bastará con una simple pregunta como: « ¿Está claro?». En otros, nos hará falta algo más que una respuesta como: «Sí, te entiendo», para estar seguros de que la otra persona realmente nos comprendió. En tales casos no estará de más que pidamos que nos confirme con sus propias palabras lo que nos oyó decir; entonces tendremos ocasión de repetir ciertas partes de nuestro mensaje y rectificar cualquier discrepancia u omisión que hayamos podido percibir.
Por ejemplo, una profesora le dice a un alumno: «Peter, ayer, al revisar mis notas, me di cuenta de que me faltan unos trabajos tuyos. ¿Quieres pasar por mi despacho al terminar la clase?». Tal vez el chico diga entre dientes: «Sí, ya sé», y seguidamente le vuelva la espalda a la profesora, con lo que ésta seguramente se quedará con la duda de si Peter entendió claramente lo que le quería decir. En ese caso la profesora puede pedirle que confirme sus palabras: «¿Quieres decirme qué te dije?». Y Peter quizá responda: «Usted dijo que me quedaré sin fútbol y que tengo que ir a verla a su despacho porque no le gustaron mis trabajos». Tras ver confirmadas sus sospechas de que Peter no había comprendido lo que ella pretendía decirle, la profesora intentará volver a decírselo, aunque de un modo más cuidadoso, utilizando la comunicación no violenta.
Afirmaciones como: «No me oíste bien», «Yo no dije eso» o «No comprendiste lo que quise decir», pueden llevar a Peter a pensar que lo están castigando. Como la profesora se da cuenta de que el chico respondió sinceramente a su petición de que confirmara sus palabras, podría decirle: «Te agradezco que me hayas dicho lo que oíste. Veo que no me expresé con la claridad que habría querido. Déjame que pruebe otra vez».
Cuando le pedimos a alguien que nos confirme lo que oyó, es posible que al principio suene raro, porque estas cosas no suelen pedirse. Siempre que insisto en la importancia que tiene saber pedirle a alguien que confirme lo que le dijimos, las personas suelen expresar sus dudas. Temen encontrarse con reacciones como: « ¿Qué te crees? ¿Qué estoy sordo?», o: «¡No empieces con tus juegos psicológicos!». Para evitar este tipo de respuestas, podemos anticiparnos y explicarles por qué a veces les pediremos que repitan nuestras palabras.
Debemos aclarar que no dudamos que nos estén prestando atención, sino que queremos comprobar si nos expresamos con claridad. Sin embargo, si la otra persona nos responde: «Oí perfectamente lo que dijiste. ¿Me tomas por tonto o qué?», siempre nos queda el recurso de centrarnos en sus sentimientos y necesidades y preguntarle: «¿Te molesta que se dude de tu capacidad de comprensión?».
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