En el post de hoy, según el libro de Marshall Rosenberg, es muy importante mantener la empatía mediante la comunicación no violenta. Recomiendo que demos a los demás la oportunidad de expresarse plenamente antes de centrarnos en buscar soluciones o satisfacer sus peticiones. Si nos lanzamos con mucha rapidez a hacer lo que nos piden, a veces no transmitimos un verdadero interés en sus sentimientos y necesidades, por lo que quizá crean que tenemos prisa por librarnos de ellos o por arreglar sus problemas. Por otra parte, la comunicación inicial suele ser como la punta de un iceberg, y a menudo tiene debajo todo un cúmulo de sentimientos relacionados —por lo general mucho más poderosos— y que aún no se han expresado. Al mantener nuestra atención centrada en lo que les ocurre a los demás, les ofrecemos la oportunidad de explorar su interior y expresarse plenamente. Si desviamos la atención con excesiva rapidez hacia lo que nos piden o hacia nuestro deseo de expresarnos podríamos interrumpir este proceso.
Supongamos que acude a nosotros una madre que nos dice: «Mi hijo es imposible. No escucha nada de lo que le digo». Podríamos optar por reflejar sus sentimientos y necesidades y decirle: «Parece que usted está desesperada y que le gustaría encontrar la manera de conectarse con su hijo». Esta forma de parafrasear sus palabras suele conseguir que la persona se replantee lo que dijo. Si reflejamos con precisión sus palabras, es posible que la madre pase a considerar otros sentimientos: «Tal vez sea culpa mía. Siempre le estoy gritando». Siguiendo en nuestro papel de oyentes, debemos persistir en esta actitud y dejar que continúe expresando sus sentimientos y necesidades, diciendo, por ejemplo: «¿Tal vez se siente culpable porque reconoce que a veces no fue con su hijo todo lo comprensiva que podía ser?». Si nuestras palabras hacen que la madre se siga sintiendo comprendida, seguramente irá ahondando en sus sentimientos y quizás hasta declare: «Como madre soy un desastre». Continuamos con el proceso de expresión de sentimientos y necesidades: « ¿Se siente desalentada? ¿Le gustaría tener una relación diferente con su hijo?».
Seguimos de este modo hasta que la persona haya agotado todos sus sentimientos en relación con esta cuestión.
¿Cómo sabremos si hemos empatizado adecuadamente con otra persona? En primer lugar, cuando alguien percibe que sus sentimientos son plenamente comprendidos de manera empática, experimenta una sensación de alivio.
Podemos volvernos conscientes de este fenómeno al advertir que nuestro propio cuerpo se libera también de una tensión. Otra señal, más evidente aún, es que la persona calla. Si no sabemos muy bien si el proceso ha durado el tiempo suficiente, siempre podemos preguntar: «¿Te gustaría agregar algo más?».
Escribir comentario