Practica la comunicación no violenta en Cádiz


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Conflictos en el trabajo: la comunicación no violenta

 

Muchas veces los conflictos entre compañeros surgen por algún fallo en la comunicación, bien sea por falta de claridad a la hora de expresar los mensajes que se quieren transmitir como por la forma en la que se interpretan, o simplemente por el tono que utilizamos.

 

Si bien en ocasiones es inevitable tener algún tipo de desencuentro, la comunicación no violenta nos ofrece una serie de herramientas, si no para evitarlos, para gestionarlos de la mejor forma posible.

 

¿Qué es la comunicación no violenta?

 

La comunicación no violenta o CNV es un proceso de comunicación basado en la teoría de que las personas solamente recurren a la violencia o a comportamientos que dañan a otros cuando no tienen estrategias más efectivas para satisfacer sus necesidades. Para evitar esto, Marshall Rosenberg propone que las personas identifiquen sus necesidades, las necesidades de los demás y los sentimientos que rodean a estas necesidades para lograr la armonía, mediante la práctica de la compasión y la honestidad a la hora de expresar nuestros deseos. Sostiene que el uso del lenguaje coactivo o manipulativo tiene el objeto de inducir miedo, culpa, vergüenza, etc, y que estos modos “violentos” de comunicación, cuando son usados en un conflicto, desvían la atención de los participantes lejos de clarificar sus necesidades, sentimientos, percepciones y peticiones, perpetuando así el conflicto.

 

La aplicación de la CNV abarca desde los entornos organizacionales a los negocios, pasando por la educación, la psicoterapia o incluso las prisiones. En nuestro caso, vamos a centrarnos en los entornos laborales.

 

¿Cómo podemos aplicar la comunicación no violenta en el trabajo?

 

Para generar un buen ambiente laboral, es necesario el uso de una comunicación respetuosa y honesta con los compañeros de oficina. Esto provoca que la gente se sienta mejor, y ayuda a encontrar soluciones fácilmente antes de entrar en conflictos. Para ello, Rosenberg propone los siguientes pasos:

 

1.- Observa lo que está ocurriendo y describe la situación sin emitir juicios. Por norma general, los juicios suelen ser instantáneos y a veces se dan en nosotros de forma automática, sin darnos tiempo a preguntarnos por qué están ahí y de dónde vienen. El uso de este tipo de juicios sin conciencia se utiliza en la mayoría de los casos como mecanismo de defensa o como arma arrojadiza, y pueden ser muy violentos. Para evitar esto, lo ideal sería pararse a observar detenidamente la situación y estar al tanto de los juicios que nos vienen para identificarlos y valorarlos. Así conseguiremos tener el control sobre ellos, y seremos capaces de no emitirlos.

 

2.- Identifica y expresa tus sentimientos. Una vez desprendidos de los juicios, podremos pararnos a identificar qué sentimientos estamos experimentando con la situación. De esta manera, en vez de emitir un juicio o atacar verbalmente a alguna persona, podremos expresar lo que nos está provocando a nosotros. No es lo mismo juzgar, devaluar, atacar o faltar al respeto a un compañero que expresarle que lo que nos está haciendo nos está haciendo daño, nos está molestando, etc.

 

3.- Descubre qué necesidad hay detrás de los sentimientos. Si se ha podido identificar qué sentimientos está provocando la situación, será más fácil reconocer la necesidad que está ligada a ellos. Se puede sentir enfado, miedo, o vergüenza y que lo que haya detrás de estos estados sea una necesidad de ser escuchado, (bien sea porque la otra persona está gritando mucho, no deja hablar o no cede la palabra), de ser respetado (porque el compañero está faltando de alguna manera o esté criticando), o simplemente una necesidad de calma porque el ambiente está favoreciendo el estrés.

 

4.- Formula una petición clara, positiva y factible. Gracias a los pasos anteriores, ahora habrá una mejor disposición para expresar de una forma directa y honesta una petición. Esto es así porque, por un lado, se ha evitado enjuiciar o atacar a los demás favoreciendo un ambiente más comunicativo y abierto y por otro lado, se ha tenido tiempo para explorar qué nos está pasando, lo que nos ayudará a la hora de expresar cuales son nuestras necesidades de una forma más honesta y clara, sin dejar lugar a las malas interpretaciones.

 

Es posible que el paso más complicado sea el de pasar de los sentimientos a las necesidades que subyacen. Sin embargo, es imprescindible hacerlo para encontrar soluciones específicas y mucho más efectivas que la evaluación, el diagnóstico o la crítica.

 

Además debemos tener en cuenta que la comunicación no suele ser unidireccional por lo que también debemos hacer una escucha activa y empática para intentar imaginar lo que está sintiendo la otra persona y las necesidades que pueda tener.